HISTORIAS A LA CALLE
Año cero, primera cita, aunque sin tal vez en forma literal, yo te propuse un juego.
Tu permitido fue A, y yo elegí a J, para hacerlo a mi manera. Unos años después, no necesariamente cinco, mi juego se transformó en película.
A mitad de camino, aunque sin tal vez yo darme cuenta y sin quizás en forma literal, yo te propuse un juego. Empecé a llamarte R y a mí me tocó ser P, para hacerlo a mi manera.
Unos años después, cinco para ser justos y exactos, un domingo un poco atípico, nos sentamos a ver una película, española por supuesto. Ella le propuso un juego, para hacerlo a su manera. Ella empezó a llamarlo duende chiflado, y a ella le tocó ser hada chalada.
Hacía no mucho de ese él y de esa ella, y de ese vos y de esa yo, un tipo, argentino por supuesto, de esos seres mágicos, disfrazados de humanos, con un acuario en su sol y una ensaladita de frutas siempre en la mano, me había dicho: M tenes que ser guionista. Entonces yo, le propuse un juego, lo siguiente.